martes, XXVII - XI - MMXII

DEBERES:

LENGUA:
Cuaderno de Ortografía      páginas 43, 49, 53

MATEMÁTICAS:
Operaciones en el cuaderno.
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El día ha sido durillo, ¿verdad?   Muchos exámenes.  Pero nadie dijo que la vida fuera fácil. Todo tiene un precio y nada es gratis.  Pero, aprended una cosa:  Todo lo que merece la pena, cuesta esfuerzo. A veces, mucho.  Resumiendo:  el éxito no cae del cielo ni crece en los árboles. Está dentro de uno y depende de lo que uno esté dispuesto a hacer por lograrlo.      Reflexionad.


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Recordad lo de Plástica: 
El viernes corrijo los cuadernos.  Hay que tener hasta el dibujo 7.  Y los cuadernos deben estar en clase, a no ser que estemos trabajando con ellos.

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Y ahora ...  LA HISTORIA CONTINÚA.


   El profe se volvió hacia la desgastada pizarra y se puso a escribir, como siempre, la fecha en una esquina y las habituales y amenas divisiones llenando toda su superficie. 
  Le extrañó que hubiera un silencio tan absoluto, tan total. Giró lentamente la cabeza y descubrió, atónito, que todos los niños permanecían inmóviles, con una sonrisa enigmática en sus pequeños labios y todos, absolutamente todos, con esas extrañas gafas que le impedían ver con claridad sus ojos vivarachos y polisílabos. El profe se quedó ojiplático, pero ya no por el desacostumbrado silencio, sino porque todos tenían ante sí los cuadernos preparados, abiertos por la página de los deberes, perfectamente dispuestos, los estuches en su lugar y las demás herramientas en perfecto estado de revista.
  El profe se acercó a revisar los cuadernos como siempre hacía; pero, ¡oh, sorpresa!, estaban estupendamente realizados, sin faltas, completos, limpios ... Sencillamente, perfectos.
  ¿Qué estaba sucediendo aquí?  Hasta la letra era una maravilla. Miró el cuaderno a Yeyita Ye, a Paulita Ji, a Karmina, a Martina, a Giusseppe ...  Se acercó a Michelle con la respiración contenida y ... ¡oh, Dios mío! La presentación magnífica, la letra de oro y brillantes, ¡y con boli!
¿Qué milagro era éste? Ni siquiera le había tenido que decir al pícolo Ángello su frase favorita: "¿Te he dicho alguna vez que hablas demasiado?", pues se mantenía callado y sonriente.
  ¡Humm! Debía comprobar una cosa más.
 -A ver, Orestina, presta atención:


CONTINUARÁ