VUELTA Y VUELTA

 Hola, chavales:


 Pasa el tiempo,
casi siempre demasiado rápido;
se escapa entre los dedos,
como el agua que queremos atrapar
y no podemos.
Fluimos, discurrimos como la vida ...
y nos disolvemos.

(Son adverbios)

Disculpad la poesía. Me ha salido casi espontánea. Quería referirme con ella a que ya ha pasado una semana desde mi intervención quirúrgica. (¡Cómo pasa el tiempo! -decimos los mayores)

Quizás, tal vez, a lo mejor, pudiera ser, es posible ... que la semana próxima me acerque al cole para haceros una visita. Yo creo y quiero que sea así.

(Si os fijáis un poco, veréis que ciertas expresiones de dos o más palabras, expresan circunstancias -en este caso, de duda-.  Se llaman locuciones adverbiales y funcionan como un adverbio).

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Matemáticas.


¿Cómo lleváis las divisiones de decimales?

No os quedéis con dudas. Que os las expliquen las veces necesarias en clase. Lo consultáis en el libro. Que os las expliquen en casa. Lo que sea necesario para comprenderlas.
Recordad:  Si hay decimales en el dividendo y en el divisor, igualo el número de decimales en los dos términos poniendo ceros donde haga falta. Tacho las comas y divido normalmente.

Este sistema también lo puedo utilizar en las divisiones que tienen decimales sólo en el divisor, es decir, pongo tantos ceros en el dividendo como decimales haya en el divisor. Tacho la coma y a dividir normalmente.

Llevad cuidado con las operaciones combinadas. Hay que fijarse bien si hay paréntesis, hacerlas en el orden correcto y tener paciencia para llegar al resultado final.

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Y ahora ...


Microhistoria.


-A ver, Andrea N, ¿sabes sacar decimales en una división? -preguntó de improviso el profe.

 Andrea se quedó sin respiración. Alzó la mirada suplicando al destino que la tierra se la tragara. No se había enterado de nada. Estaba a muchas millas de allí, casi en  la Luna. Ni una palabra se atrevió a salir de su boquita.

-A ver, Lucía GV, contesta tú, que tu compañera está a punto de sufrir un desmayo.

 Lucía aterrizó en ese momento en el planeta-clase  de forma brusca. ¿Qué había preguntado el profe? Algo de decimales, o algo así. Ni idea. No tenía ni la más remota idea. De su boca -que se había quedado sin una gota de saliva-  no salió el más mínimo sonido.

-A ver, Paula PL, dime algo sobre cómo poner decimales en el cociente, si es que entiendes de lo que te hablo.

 Paula se ajustó las gafas que se deslizaban por su naricilla, puso cara de virgen dolorosa y soltó el lápiz con el que había estado dibujando monigotes mientras el profesor explicaba. Intentó sonreír, pero la salió una mueca como de muñeco de cera.

-Esto va genial.  Me encanta. Estoy que me bailo encima de lo contento que estoy. Veamos.
Anabel, dígame usted algo sobre los decimales. Lo que sea. Me da igual. Algo.

 Ana estaba haciendo los ejercicios de Inglés, superconcentrada. Ni oyó al profesor cuando se dirigió a ella.
-Anabel, por favor. Me dirijo a usted. ¿Qué le parece si le rompo esa hoja tan bonita que tiene delante? Que yo sepa estamos dando Matemáticas. ¿O no?
 Anabel emitió un sonido extraño, algo así como una especie de hipo musical. Muy raro. No sabía de qué le hablaba el profe.

Andrea A levantó la mano y la bajó de inmediato. Se chupaba el dedo índice de su mano derecha, mientras subía y bajaba a intervalos muy cortos -menos de un segundo- su mano izquierda.

-¿Te decides o no, Andrea? -preguntó un poco irritado el profe. Parece que tengas un muelle en ese brazo porque no se está quieto.

Al final ...  no se decidió. Sonrió tímidamente y miró a su compañera Oresta.

-¿Tú lo sabes, Oresta?

La rubia negó con la cabeza, sonriendo con los ojos.

-¿Tú lo sabes, Carmen?

La morena negó con la cabeza, suplicando compasión con los ojos.

-Carmen, he de decirte que nunca estás atenta en clase. Estoy muy descontento contigo. Ni atiendes ni haces los deberes. Tu actitud y tu comportamiento dejan mucho que desear.  Y tú, rubita, no creas que eres mejor. Estás muy chulita porque te crees que eres Ronaldo, pero si sigues así, irás al banquillo de los suspensos.


El silencio se hizo absoluto. Sólo se oía el rumor sordo y cotidiano de los coches a lo lejos. Nadie osaba respirar. Eso era bueno. Así se conservaba el oxígeno. El profesor contemplaba a los alumnos con el ceño fruncido, superserio, fulminándolos con su mirada de fuego.

Por fin, habló. 

-Las chicas que faltan, que se preparen. Todavía no he acabado con vosotras. (Je,je, je)


(Mañana, continuará).



¿A qué chica se le quedó esta cara después de escuchar al profe?





Gracias, Pepe, por tu valiosa información diaria.

Hasta mañana, guapos.